Los hermanos Karamazov, por Fedor Dostoievski: En mi juventud leí dos o tres
veces, o quizá cuatro, esta novela. No es que me obsesionara, sino que
encontraba abundantes alegatos y razonamientos y otras anotaciones que absorbía
como paradigmas esenciales de análisis del pensamiento y que creía necesarios,
como un estímulo intelectual imprescindible, para aprender las descripciones
psicológicas que se podían hacer de los personajes, y que, por aquel entonces,
extrapolaba a los hombres de carne y hueso (¡Cuán equivocado estaba!). Llegué
hasta este autor a través de los fundamentos que Camus buscaba para sus teorías
(acababa de salir de la mili y era un buen refugio para una mente constreñida por el alcohol miliciano), intentando indagar en la
complicada lógica del suicida Kirilov (Los demonios), personaje que era
citado en varios de sus razonamientos. Luego,
como agua para esponja, llegaron Crimen y castigo, El Idiota, etc.
Como es de imaginar, acabé con una buena neura; pero, afortunadamente, los
libros siguieron.
Dostoievski consigue insuflar las neurastenia de sus
personajes en el lector desprevenido; es mejor ser un poco riguroso, siempre,
ante cualquier lectura y distanciarse un poco de los textos.
El año pasado volví a leerlo y me provocó repetidas
sonrisas, todas causadas por cómo ha cambiado el concepto, ¿literario?, de la
interpretación que hago ahora de esos libros. Sigo respetando mucho al autor y
sigo sintiendo su sedimento en mis entrañas, entrañas literarias, claro, pero otras
perspectivas participan en los proyectos que conforman nuestro discernimiento
actual.
El caso es que ayer encontré algunas de las notas que
tomaba cuando lo leí por primera vez, y
es que suelo hacer eso cuando un libro me interesa, o solía hacer, que ahora
bien por los digitales, bien por la vejez, resulta algo más trabajoso.
Quiero dejar aquí algunas de esas sentencias, como
agradecimiento y recuerdo de algunos de los ladrillos que he colocado en este
edificio de cimientos amalgamados y que
ya el viento de los años inclina. Eran apuntes tan sugerentes como: “El que se
miente a sí mismo y escucha sus propias mentiras llega a no distinguir ninguna
verdad”, “la Iglesia es el freno del delito a través de la toma de conciencia
del mismo. El castigo físico no implica enmienda”, “no hay virtud sin
inmortalidad”, ”practicad la virtud en
la vida ( se refería a la calle, como antagonismo de la clausura), sin esperar
recompensa en el cielo”, “¿es capaz el hombre de amar a su prójimo?”, “¿se debe
perdonar al que produce sufrimiento?”, “la lucidez es la tragedia del
hombre?”,”si Dios no existiera habría que inventarlo”, y así, un largo, largo
etc.
Añado un par de Los demonios: “Cuanto más pobre es
el hombre, más sueña con el paraíso”, “Dios es necesario porque es el único ser
al que se puede amar eternamente”. ¡Ah! Este libro puede inducirte a dejar de creer en los partidos políticos para siempre.
Con tamañas parrafadas
y las innumerables más que no cito, la cabeza engrosó al tamaño de botico. Doy gracias a Roberto Álcazar y
Pedrín, a El Guerrero del Antifaz y sobre todo a las colecciones argentinas de
la editorial Columba (Fantasía y El Toni), que en mi juventud bajaba a comprar
de propio, con quien me quería acercar, a la librería Pérez de Zaragoza y que
tenían un fondo moral edificante y altamente instructivo. Vuelvo, doy gracias a
estos tebeos por el sedimento vitalista, más allá de lo orteguiano, que
supieron insuflar en las mentes sencillas, como la mía, un encomiable
hálito capaz de apuntalar una personalidad y habilitarla para asumir nuevos paisajes de la vida, cualesquiera que fueran.
También al TBO, a Pulgarcito, a Mendoza Colt y a todos aquellos otros que
cayeron en mis manos.
Como google da la tabarra con este libro en drive, nlacen ahí:https://lelibros.online/libro/descargar-libro-los-hermanos-karamazov-en-pdf-epub-mobi-o-leer-online/
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