Wagenstein:
El Pentateuco de Isaac.
Este sí ha
sido uno de los mejores descubrimientos que he
hallado en los últimos tiempos. La obra lleva muchos años publicada,
creo que desde 2002 y en España desde el 2008.
No vamos a decir nada del argumento, es mejor leerlo. Atendamos a su literatura.
De entrada,
todo lo que refiere a campos de concentración resulta un poco desagradable, y
aún sabiendo que no hay que preterir el recuerdo de estas abominaciones,
particularmente, suelo desestimar este tipo de lecturas porque más que producir
un efecto catártico o de liberación mental de las preocupaciones diarias,
debilitan profundamente mi fe en la Humanidad y me inducen al desánimo. Ya contamos con un amplio espectro de filmografía y referencias al respecto.
Bueno así,
que cayó este libro en mis manos: ¡Es un libro magnífico! No sé cómo comencé a
leerlo y enseguida pude apreciar su elevado nivel de elocuencia. Lo leí de un
tirón y lo releí un poco. ¿Qué se puede decir? La palabra que lo retrataría es
“lúcido”; “lúcido” en todas las facetas que contempla el diccionario de la RAE
en la defición del término: en las expresiones, en el estilo, en los
razonamientos, y hasta en el etc.
El
artificio literario está al servicio de la pureza lingüística: es asequible, de
dicción limpia y cercana; cargado de
significado y de comedida y acertada expresividad. Si mi opinión sirviera para
algo más que para dejar constancia de la misma en este blog, diría que es una
obra maestra. Recuerda bastante el buen hacer de la prosa cervantina en el
Quijote, pero tamizada en el tiempo. Y más allá, dentro de estas secuencias de apropiada
sintaxis, es capaz de exponer el
prolongado sufrimiento estoico de un pueblo, sin tener que recurrir a la
molesta imagen de lo escabroso. Los chistecillos, los dichos del acervo público,
se ajustan cómodamente al discurso, sin desdecir.
Sus otras
obras, Lejos de Toledo y Adiós, Shanghai no se ajustan a los mismos parámetros. Se
puede decir que son dos novelas entretenidas, la primera más llevadera y la
segunda más áspera, pero no parecen estar en el mismo nivel. Por este libro tan
sublime, D. Ángel, quiero ponerle un 10. Y otro al traductor.
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