La vida y la muerte me están desgastando. Mo Yan


La vida y la muerte me están desgastando, de Mo Yan (Mo Yan traducido significa No Hables). 
 No es una comedia y tampoco es un libro trágico, ni una tragicomedia. Si hay que definirlo de alguna manera diremos que estrictamente es un libro iconoclasta, terriblemente iconoclasta. La prosa es ágil y se conforma desde un lenguaje popular, siempre sarcástico, con algunos términos vulgares o coloquiales que proporcionan la apariencia de un aire ordinario que en ningún momento tiene, pero que es necesario para una lectura asequible. Las imágenes, a veces sustentadas sobre detalles altamente definitorios y que sorprenden al lector por su precisión, juegan a oponerse y mediante el contraste se desembaraza al drama de su fatalidad, tratándolo de un modo desenfadado y, en algunas ocasiones, cómico. También hay exageraciones y deformación de la realidad, de modo que sin salir de esta se  fija la atención del lector sobre el hilo argumental.
Para el autor, la vida es un drama absurdo y así lo afirma en algún momento hablando de los niños en el apartado del burrito Ximen. Él mismo, y esto es un indicativo que nos alienta a examinar el significado profundo de las historias que acontecen, se define como una reencarnación del secretario personal de Yama, el demonio. Y eso es lo que va a dibujar, el infierno terrenal solo sostenido sobre el hálito vital de la jocosidad de los impulsos.
 El tratamiento de sentimientos próximos al lector magnifica los aspectos ocurrentes y, por otra parte, naturaliza los actos brutales del hombre. Al final, con todas sus pretendidas  facultades, resulta  que los humanos  son solo un aliento físico, conformado sobre un determinismo absurdo ante el que solo cabe la resignación. Es la concreción del materialismo: “Todo lo que es de la tierra, vuelve a la tierra”. Los protagonistas, más que individualidades, son intérpretes de la circunstancia envolvente o actores de una obra escrita y marcada por la química de la vida.
El libro es entretenido y merece la pena leerlo. Al principio uno se hace un poco de lío con tanto nombre en chino, que todos parecen iguales. No viene mal tener la guía inicial de personajes a mano. La trama está espléndidamente elaborada, evolucionando el entorno al mismo tiempo que los personajes y  permitiendo confrontar la realidad que se intuye con la apreciación subjetiva que de ella tienen los protagonistas en momentos concretos. Viene a ser el tópico del pez en la pecera; pecera que dejaría de ser pecera sin pez.
 No es solo una novela de chinos y de organización social, es una novela que retrata al hombre, como ente universal, desde sus actos; que mira dentro del alma o la sin-alma; que pulveriza con su ironía todo tipo de creencias; que banaliza todas las aspiraciones y conductas que, lejos de  ser engendradas por este, lo encierran y lo devalúan: cree tener capacidades y no es nada. Sirva este libro  impregnado de taoísmo para reflexionar y para equiparar su filosofía con nuestra visión occidental, y analícese  la validez de los principios materiales sobre los que sostiene al ser humano.
En fin, que habrá que caminar en alguna dirección, que se debe intentar ser algo… Allá va el libro (Y es que Mo Yan no debe compartir la idea de Ortega y Gasset:  "No somos disparados a la existencia como una bala de fusil cuya trayectoria está absolutamente determinada. Es falso decir que lo que nos determina son las circunstancias. Al contrario, las circunstancias son el dilema ante el cual tenemos que decidirnos. Pero el que decide es nuestro carácter" y que cada uno piense lo que quiera. 
(Puede que le falte una hoja o era mi ebook, no sé; ya lo había leído antes en papel).


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