Tom Jones by Henry Fielding.
Pues no es un cantante. Tom Jones
es una obra superior, solo calificable con el adjetivo de espléndida; es más,
es el libro que me habría gustado escribir, aunque, a decir verdad, no hubiera mostrado
tanta sensibilidad al final con algunos personajes. Por ejemplo, a esa ladina,
que no lady, por no decir zorra mala, llamada lady Bellaston, no la hubiera dejado ir tan de rositas como se va; la hubiera
retorcido un poco para que pagase por sus maquinaciones e intrigas. Y no digo
nada de Blifil y de lord Fellamar, el repugnante. No creo que el texto hubiera
perdido ni un gramo de probidad si el autor les hubiera dado un par de buenas cuchilladas en
las nalgas o por lo menos un par de
garrotazos.
Pasemos a la obra. Fue publicada
en 1749, pero es una obra completamente actual, por su temática y por los
conflictos que plantea. Y por esta permanencia, por esta atemporalidad, nos
permitimos otorgarle la cualidad de inmaterial.
Los capítulos previos a cada
libro, aunque como sabemos ha habido ediciones que los han omitido, creo que
son necesarios para revestir la historia e imbuirnos del ámbito ideológico en
el que lucha el autor y que impregnaba
el entorno. Sus reflexiones son interesantes.
La trama está muy bien elaborada
y es sencilla a pesar de todas las peripecias que acontecen. El mundo, como
dice el autor, es una gran maquinaria, cuyas grandes ruedas son puestas en funcionamiento por otras más
pequeñas.
Los textos encierran cierta dosis
de estoicismo y evidente raigambre cristiana, con enseñanzas indelebles, donde
nuestro protagonismo en el teatro del mundo nos puede hacer villanos o héroes,
según las circunstancias conduzcan al personaje que somos, y por eso invita a
que cuando tengamos que censurar alguna acción, lo hagamos sin odio ni
desprecio. Y también de esceptismo: “Amo
profundamente mi religión, pero aprecio a mi honra mucho más”. Bueno, que hay
de todo, de todo lo que afecta al ser humano: dudas y certezas. Y sobre todo
gracia.
Los personajes tienen nombres alusivos
a su carácter: Partridge, un “perdiz” Sancho Panza que cambia los dichos del
primero por los latinajos el segundo (no
olvidemos que Fielding escribió un “Don
Quijote en Inglaterra”), Allworthy, el muy respetable, Thwackum, el de los
porrazos, etc. Con cualquier diccionario en línea podremos hacernos idea, si nos
pica la curiosidad, aunque no es necesario que, como en la vida, en sus obras
se refleja cada uno. El nombre que nos desorienta un poco es “Blifil”, el más
malvado de todos, aunque podría estar relacionado con “bluff-ile”, palabra que vendría a significar
algo así como “engañ-il” o “engañante”, más bien, pero que no existe. En fin,
que vete a saber qué llevaría el autor en la cabeza.
Y nada más. Apunto el principio
del capítulo IX del libro XI, aunque no venga cuento: “Los componentes de la
sociedad nacidos para hacer más agradable la vida de los restantes, empezaron a
encender las luces…”
Leedlo y disfrutad. Se lo pasa uno muy bien. Aquí
queda.
No hay comentarios:
Publicar un comentario