La vida es sueño, de don Pedro Calderón. ¡Qué libro más bueno! ¡Desconcierto!: Al abrirlo, la tinta fija un vocablo terrible ante nuestros ojos; la primera
palabra es atronadora: Hipógrifo
violento, bla, bla… Casi da miedo,
al cerebro le cuesta traducir y estamos tentados de arrojarlo lejos. Pero no lo
hagáis: en vuestras manos hay unas líneas magníficas, con un contenido
exquisito.
Un periodista llamado Rafael
Ginard de la Rosa manifestó, en un texto que encontraremos en la wikipedia o en
el prólogo de ediciones como la de Austral, ya que el volumen donde aparece es
difícil de conseguir, una consideración de lo que este libro puede llegar a encerrar.
No puedo por menos que incluirlo, como hacen muchas personas que tratan sobre
esta obra:
“La vida es sueño es un drama religioso, y entonces aborda los
problemas de la caída y la expiación —o poema
filosófico, y resuelve el destino del hombre y la fuente del conocer—, o lección moral que nos desengaña acerca
de las ilusiones y las vanidades del mundo—, o poética enseñanza de lo que es el hombre sin el freno de la educación—, o protesta revolucionaria, y combate la violencia social que sofoca
la libertad so pretexto de evitar sus extravíos—, o lección política, y enseña a los pueblos a lo que conduce el mal
uso de la libertad—, o la demostración de la
locura de los presagios y juicios de
la astrología—, o animada pintura de los
progresos que realiza el hombre y la humanidad,
combatida por el desengaño y aguijoneada por el deseo—, o prueba de que las pasiones
comprimidas estallan con tanto más
fuerza cuanto mayor es la presión—, o inspiración
de la filosofía, que ha negado realidad al mundo exterior—, ... todo esto y
mucho más, si más lo examináis, es La vida es sueño.”
Y me gustaría decir que es
incluso mucho más que eso. Pero leedlo y lo descubriréis, que la posibilidad de
extraer nuestras propias enseñanzas es el mejor regalo que nos hacen nuestros
antecesores a través de la escritura:¡Benditas sean las letras!
Ahora, para terminar, queremos
recordar que siempre al considerarlo pensemos en
la época en que fue hecha la obra. Hoy, por su calidad literaria, o lo que es
lo mismo, por su esencia atemporal, se sigue representando en diferentes
entornos; pero debemos apuntar, que por encima de todo, el placer de leerla y
poder volver a releer, a deleitarnos con algunos de sus versos, produce una emoción
tan enorme, que está muy por encima de
cualquier interpretación posible.
Don Pedro también escribió un
auto sacramental, con el mismo título. Sus personajes son otros: El Poder, el
Albedrío, la Tierra, el Fuego, El Agua, etc. La esencia, la misma, reflejo de
la ingente erudición del autor.
La reflexión nos ayuda a modelar
un espíritu crítico y libre. Y si la libertad no existe o no sirve para nada,
al menos lo sabremos.
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