La metamorfosis,
por Francisco Kafka. A Pedro, desde niño, siempre le intrigaron las diferentes metamorfosis
que Pinocho sufrió en su existencia: de madera inerte a madera viva, de
marioneta a burro, de burro a muñeco, de muñeco a niño; y también los cambios
corporales, que parecían imposibles: nariz corta, nariz larga, pies quemados,
pies recuperados. Vaya tío ese Pinocho.
Muy bien. Cuando más adelante, a mediados de
los ochenta, tiempos de tranquilidad revuelta, los suplementos dominicales
ensalzaban obras clásicas de indiscutible ? valor (¿xenofilia o endofobia
literaria?) como La metamorfosis, esa
obra cumbre de bla, bla, bla… pues a
Pedro, lector inmaduro , parece que se le destapó algo que tenía
olvidado por allá lejos, muy adentro, por algún rincón de alguna sinapsis neuronal,
probablemente marchita: la metamorfosis existencial, el cambio permanente de
Pinocho. Y más para acallar el renacimiento de aquella inquietud que por
soberbia, pues como que no quiso ser menos
que aquel reportero que escribía, sino más. Así que, después de leer ese
librito, siguió, como un afanado demente, con El Proceso, El Castillo, los Diarios, las cartas a Milena y algunas
otras locuras más que iba comprando por ahí. Resultado, una empanada
considerable, una asfixia literaria enorme. Afortunadamente, la exigencia interpretativa
es tan considerable que al poco tiempo de comenzar las lecturas le entraba una modorra
tan grande que le impedía descifrar la mayoría de las líneas. Fue una suerte,
porque las líneas atentas se convierten en cuerdas y vendas que te envuelven y
no te dejan respirar. Pedro sobrevivió, sin convertirse en momia, con el
resultado de tener una colección de libros que no ojea; aunque por si se da el caso, ahí están.
La metamorfosis: Resumida: es el retraimiento
del caracol a su concha cuando le pinchas en su pie único; es la huida interior
hacia el autismo protector, de quien siente la imposibilidad de realizarse
socialmente. De hecho, una reafirmación egotista del yo ante la imposibilidad
del ser individual en un mundo único.
Si alguien tiene la oportunidad de visitar su
antiguo hogar en Praga, comprenderá mejor cómo las dimensiones reducidas de un
habitáculo pueden influir en el pensamiento de una persona. Tras visitarla,
puede tomarse una salchicha y una cerveza grande en la Plaza de la Ciudad Vieja.
Literariamente no es de mucho valor;
filosóficamente, una puerta al absurdo y al nihilismo. Quien quiera leerlo, que
lo haga, pero que no diga que no le ha avisado. Y sabiendo que de todos los
libros siempre se saca algo, que tampoco
se olvide la época y el dónde se escribió.
No hay comentarios:
Publicar un comentario