La Nueva Atlántida, de Francis Bacon. (1626)
Este libro de cuarenta y
pocas páginas, nos deja perplejos. Y no por contener teorías sorprendentes,
sino porque atestigua que algunos de los grandes pensadores cuyas teorías
sostienen muchos argumentos de estudios modernos, también escribieron alguna
que otra pamema, con perdón.
La Nueva Atlántida lo parece. ¿Qué por qué lo hemos leído? Pues
porque era cortito. Y lo ha sido tanto en páginas como en demostraciones. Se
puede leer para descubrir que el abanderado del empirismo, de los métodos
basados en la comprobación, no prueba nada y se limita e evocar unas ideas poco sólidas y vagas. Parece una historieta
contada por un adolescente quinceañero: efervescente, volátil y peregrina. Y no
queremos quitar mérito al realizador, solo observar que todos somos humanos; y
que todos entremezclamos sueños con realidades, deseos con imaginaciones, vivencias con idealizaciones…
Actualmente, con el título de la
obra (New Atlantis) podemos encontrar una página americana de línea
conservadora que nos habla de ciencia, desde su punto de vista y en inglés y
que nos permite hacer alguna reflexión; no está mal si se conoce tal jerigonza.
También con el mismo nombre encontramos una
empresa audiovisual de documentales y una compañía discográfica. Y el mismo
Julio Verne seguro que debió conocerla.
Más allá, en otro orden de cosas, sospechamos que el modismo inglés “bring home the bacon”, traducible como “ganar la judía”, puede estar relacionado con el mismo autor. Decimos esto al tiempo que recordamos que, en general, se intenta hacer crítica de obras y no de sus creadores, cuyo resto de producciones pueden moverse en otro orden de contenidos y consecuencias.
Más allá, en otro orden de cosas, sospechamos que el modismo inglés “bring home the bacon”, traducible como “ganar la judía”, puede estar relacionado con el mismo autor. Decimos esto al tiempo que recordamos que, en general, se intenta hacer crítica de obras y no de sus creadores, cuyo resto de producciones pueden moverse en otro orden de contenidos y consecuencias.
Este volumencito debe ser inspirador en sí; o será que
las personas, los animales y las cosas creemos que si usamos el título del
libro de un autor conocido, nos amparamos en la sombra del reconocimiento que
se le supone. Confieso que lo leí somnoliento y suplico que sus valedores dispensen
mi descortesía.
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